domingo, 31 de agosto de 2008

Woody Allen - Eduardo Abel Gimenez


Soñé que en un restaurante había una pareja bastante ruidosa, que de algún modo conseguía mancharle la corbata al hombre de la mesa de al lado. Ese hombre era Woody Allen.
Woody Allen iba al baño a limpiarse la corbata. De un gabinete pequeño, que colgaba de la pared, sacaba algo como un sobre de azúcar, que en realidad era un quitamanchas. Lo abría y rociaba un poco de polvo blanco sobre la corbata. En ese mismo instante la corbata quedaba limpia.
En el gabinete había un espejo oxidado y otros dos sobres de quitamanchas. Woody Allen, nervioso, bajito, se llevaba los dos sobres y empezaba a rociar con el contenido a los dos integrantes de la pareja ruidosa.
Por alguna razón los ruidosos ahora estaban callados, leyendo. Y por alguna razón permitían sin protestar que Woody Allen los cubriera con ese polvo blanco, el pelo, la cara, la ropa.
Ahí me desperté a medias, y fue un acto más consciente imaginar que el sueño terminaba con Woody Allen comiendo tranquilo, mientras el sitio que había ocupado la pareja, gracias al quitamanchas, ahora estaba vacío.

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