martes, 28 de octubre de 2008

Menos mal – Juan Torchiaro


Íbamos muy apurados y casi nos chocamos. A modo de saludo le mostré el dedo machucado por ese martillazo del otro día. Ella, por no ser menos, se señaló el labio superior, precisamente donde se le había reventado una afta. Le retruqué con el corte en mi oreja izquierda y los hematomas que me dejó la puerta del subte.
—¡Oh! ¿En la oreja? Pero qué casualidad —dijo, y pasó a comentarme la pérdida de audición de su oído izquierdo por atender tantos teléfonos; además, me explicó, sin levantarse mucho la blusa, cómo se había quemado con la plancha. Entonces me remangué el pantalón y le enseñé las mordeduras de los perros. Ella, una herida de bala perdida en un hombro. Yo, el costurón de aquella cuchillada que me duele cuando está por llover...
En eso miramos nuestros relojes. Nos despedimos y continuamos tan apurados como siempre, aunque ahora algo más aliviados.

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