viernes, 31 de octubre de 2008

Rivales - Sergio Gaut vel Hartman


El ajedrez por correspondencia es una modalidad del juego que permite enviar las jugadas, una a una, entre adversarios ubicados en ciudades o países diferentes. En los tiempos anteriores a la informática se usaban cartas o tarjetas postales; ahora es diferente, pero para alguna gente las cosas nunca cambian...
La rivalidad entre Benigno Aduriz y Santino Luppo se había alimentado durante cuatro décadas, tiempo en el cual el nieto de inmigrantes italianos que vivía en Chicago había doblegado a Benigno no menos de veinte veces; siempre que jugaron ganó Santino, y el desgraciado repartidor de fiambres y embutidos de Villa Diamante, que no jugaba nada mal, nunca pudo conseguir ni un mísero empate ante ese adversario. Hombre escueto y manso, Benigno asistió al crecimiento de un odio sordo contra Santino, un odio que se alimentaba de las sucesivas derrotas y había alcanzado ocupar las posiciones dominantes de su personalidad. Por eso, querido lector, no te sorprendas cuando digo que el odio, llegado un punto, tomó el control y forzó una acción destinada a que Benigno liquidara todos sus bienes, juntara sus ahorros, sacara el pasaporte, comprara el pasaje, embarcara en un vuelo de American y pusiera el pie en la ciudad de Bobby Fischer y Walt Disney. Durante un mes elaboró la estrategia de su jugada decisiva, tiempo más que suficiente para aclimatarse y comprar un arma. Cuando se sintió en condiciones llamó por teléfono a Santino y en mal inglés le informó que estaba de vacaciones, que deseaba conocerlo personalmente, luego de una relación epistolar de cuarenta años. La felicidad de Santino fue formidable, mucho más intensa y expresiva de lo que Benigno hubiera imaginado. Con un tono zumbón y jocoso que no desmentía las observaciones que había hecho por escrito cada vez que le ganaba una partida, el ítaloamericano lo invitó a cenar y jugar unas partidas en vivo, lo que le permitiría, bromeó una vez más, ganarle de nuevo, como siempre.
Benigno sintió crecer la furia en su interior, pero logró controlarla: después de todo, el momento de la venganza estaba cerca.
Puntual como un viejo farero, Benigno llegó a la hora convenida a la mansión de Santino, un edificio suntuoso de la Prairie School , maravillosamente conservado. Lo recibió un hombre muy alto, con cara de pocos amigos, que tenía una cicatriz muy pronunciada entre el ojo y la mitad de la mejilla. Benigno tocó el arma que tenía en el bolsillo del abrigo y casi al mismo tiempo, cuando escuchó la voz burlona de Santino, y logró descifrar sus palabras, supo que, una vez más, su adversario había encontrado la jugada justa antes que él.
—Acompaña al amigo Benigno, Rocco. Lo estoy esperando con ansiedad.
—Sí, Don Santino, será un placer. —Y poniéndole la mano en el hombro, el hombre de la cicatriz condujo a Santino hacia una red de mate inevitable, la última de su vida.