viernes, 28 de noviembre de 2008

Los Borg no están preparados – Ricardo Giorno


Luego de sólo tres intentos desde el cubo, 9 de 9 inmovilizó con facilidad a aquella nave mediante el rayo tractor. 
Sin embargo, la nave seguía emitiendo mensajes incomprensibles:
—No tenés chance, mamasa. Somo lo mejore.
—Tomatelá porque no te queremo lastimar, no te queremo.
O cuando, al principio, esquivaban el rayo:
—Oooleee… oooleee.
9 de 9 abordó esa nave de tan extrañas criaturas.
—La resistencia es fútil —anunció.
Igual ellos no le creyeron.
—Resistime ésta —le dijeron, tocándose la entrepierna. O: —Con éshte futil te parto al medio, te parto.
A pesar de todo, la asimilación fue sencilla. Mucho más fácil que con otras especies aparentemente menos agresivas. Parecía que todo el poder de resistencia de aquellos seres morara sólo en sus bocas.
Pronto, y de un modo misterioso, la colmena no fue la misma. Nunca se supo cómo comenzó, pero se formaron sindicatos clasistas y combativos entre los drones antiguos, los nuevos y los no tanto. Los colores de piel influyeron al formarse las jerarquías. Se declaró que cualquier dron era un dron-trabajador, y como tal, tenía derechos adquiridos. La excelencia del control del poder científico, la búsqueda de nuevas tecnologías, pasó a segundo plano, substituida por la reestructuración de los escalafones.
Acusaron a la Reina Borg de imperialista, explotadora de la pobre clase trabajadora. Y levantando las banderas del proletariado, se repartieron entre ellos la generación de la energía del cubo, acusando de ineficiente a la gestión reinante. Entre otras cosas, pusieron retenciones a las asimilaciones: no era lo mismo un planeta agrícola que uno tecnológico, dijeron los sindicatos. Un carguero que una astronave de combate, acotaron los obsecuentes. 

Al fin, el cubo fue separado del colectivo y enviado a zonas con rutas no comerciales, aunque ricas en materias primas. Se lo desestimó para concretar asimilaciones constructivas y sólo fue consultado para asuntos de poca monta. 
Ellos ni se inmutaron. Sus sindicalistas les aseguraban a los drones-proletarios que el cubo estaba en orden y que llegaba la etapa de mirarse el ombligo. Que ellos eran los mejores y el resto del colectivo sólo les tenía envidia.

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