viernes, 28 de noviembre de 2008

Paisaje - Mónica Sánchez Escuer


Llamo a la puerta. Alguien se asoma por una ventana y me dice que estás muerto, que me vaya. Yo insisto. Nadie abre, sólo se escuchan voces que no quieren salir a hablar conmigo, aunque yo sé que hablan de mí. De mí y de ti. Me desprecian: para ellos soy el hombre pervertido que les arrancó tu inocencia y sus sueños de familia decente. Vuelvo a tocar. Los nudillos duelen menos que esta sombra que me oprime. Una mujer abre la puerta de la cochera y me hace una seña. Sin comprender ni preguntar, la sigo. Soy la prima, aclara, mientras me lleva por el patio lateral hasta su habitación. En silencio, me entrega las cartas cerradas que te escribí cuando saliste del hospital y te trajeron de nuevo a este territorio donde yo nunca fui admitido. La joven no espera que las abra: me toma del brazo y me conduce por un angosto pasillo hacia la cocina. Al otro lado del muro se escuchan gemidos y el llanto opaco de una mujer. Entramos a tu estudio, que alguna vez fue el cuarto de lavado y ahora alberga tus libros y papeles. El aire cargado de tu aroma sorprende a mis sentidos: cierro los ojos, respiro hondo, entras y besas mis pulmones, mis huesos. La mano de tu prima acaricia mi hombro. No hablamos. Abre la cortina sólo unos centímetros. Me asomo. Por la ventana se ve otra ventana que tiene tu cuerpo tendido como paisaje: pareces dormido en esa cama que nunca fue nuestra, tu cama adolescente, esa que tú decías inhibida por tus sueños, la cama que resistió más que tú el peso de la única mujer que tu sexo exploró torpemente. No me dijiste mucho, ni siquiera su nombre. No sé por qué ahora que te miro allí me dan celos: no concibo que te lleves en la piel otras huellas que no sean las mías. 
Dentro del saco, las cartas que nunca llegaron a tus manos retienen mis latidos impotentes. Una gota moja mi zapato. Tu prima llora. Ahora sé que fue ella. Por su dolor me doy cuenta de que mentiste: fue tuya muchas veces. La abrazo. Su cuerpo delgado, sin formas precisas, me recuerda el tuyo. Las ondas de su cabello oscuro. La ciño aún más. Algo de ella huele a ti.

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