lunes, 18 de mayo de 2009

Secuencia y palabra- Cristian Mitelman


I

En la habitación hay un hombre muerto. Dos tiros lo perforan. Uno dio en la espalda. El otro, en el pecho.

II

En la habitación contigua hay una mujer esposada.

III

En la última habitación discuten tres investigadores.

—Es muy simple— dice el primero—. La mujer entró en el cuarto y, de frente al ser que odiaba, le disparó en el pecho. ¿Recuerdan lo que nos dijo? Textuales palabras; yo las anote: ¨Vi su rostro lleno de horror antes de partir¨. Una vez caído el cuerpo, en un acceso de furia, le disparó en la espalda.

IV

—Coincido con usted en todo, excepto en la secuencia de los hechos— dijo el segundo detective—. La mujer entró y vio al ser que abominaba parado frente al espejo. Ella extrajo el revólver y vio el reflejo del rostro horrorizado en el cristal. Disparó entonces a quemarropa. El hombre se dio vuelta y ella le propinó enseguida el tiro en el pecho. Las huellas dactilares en el arma homicida confirman la autoría del crimen. Como se verá, mi tesis es más sólida, dado que ese disparo en el corazón causa la muerte instantánea de la víctima. Entonces, ¿por qué habría de dispararle luego en la espalda? Seguramente nuestro colega sabrá hacer el justo desempate.

V

Entonces habló el tercer hombre.
—Me temo que los dos están equivocados. La mujer tiene unos cincuenta años; el hombre apenas alcanza los treinta.
—Eso no hace al asunto— dijo el primer detective.
—Hace, mi amigo. Y mucho. Ustedes se fijaron en la secuencia de las acciones, que en este caso es lo menos importante. Al fin y al cabo, el muerto está muerto y listo. Es en las palabras de la señora donde debemos que poner la atención. La mujer entra y ve a alguien que está por dispararle al hombre. ¿Quién puede ser? La hija. Efectivamente, la muchacha estaba horrorizada. Sin embargo, le dispara al mal hombre que le causa pesadumbre y malos tratos. La madre entonces le dice que se vaya, pero que antes le entregue el revólver. Limpia las huellas dactilares de la joven e impregna el arma con las suyas. Luego llama a la policía para inculparse a sí misma. Al pasar, nos dice la frase que usted anotó. Las palabras no mienten, aunque desvían la mirada de los hechos.
Los tres hombres se retiran. Con incomodidad, piden una orden de arresto para la joven.

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