martes, 16 de febrero de 2010

Matar un ángel - Walter Hernán García


Yo, que me recuerdo mordiendo la cola de la sierpe que atenaza el brazo, no, yo no puedo odiar tu dolor convertido en rabia. Te veo llegar y me autoinvoco, intuyo que tragaste brumas de diablos blancos. Sé que los acontecimientos están por precipitarse cuando hacés el intento de levantarte la remera. Quisiera decirte que es una mala idea, que soy un lobo viejo pero todavía conservo los colmillos, que antes que tu mano vomite fuego la culata de mi 38 se va a estrellar en tu cara. Quisiera decirte que la estampita de San La Muerte que seguramente llevás en la billetera me recuerda a un talismán de Abraxas, quisiera hablarte de Herman Hesse y de Bukowski; (avisarte) que el mismo veneno que colmillos hipodérmicos inoculaban en mí es el que te corroe el alma, que sé lo que es arroparse en la calle con diarios que se alimentan de tu sangre. Que hay cuatro idiotas pidiendo tu cabeza a gritos sin dejar de mostrar la pérfida hilera de porcelana de sus sonrisas. Que el miedo corrompe el espíritu, que los bacilos de viejas pestes agazapadas quieren comer tus entrañas camuflándose como panacea justiciera. Pero no, no hay tiempo. Sé que me vas a insultar para amedrentarme y darte coraje, que el crujir de tus dientes me recordará a las alas de un ángel caído y que el fluido vital te sabrá a herrumbre. "Arma de rata" le dicen los polis a tu 32, esos mismos idiotas que destapan las cervezas con el cerrojo de la 9, esos mismos imbéciles que se sorprenden cuando se les traba en el preciso instante. Sí, es cierto: deberías llevar un fierro que infunda respeto para no tener que usarlo, deberías llevarlo en el hueco de tu espalda para asegurar la sorpresa, deberías jugarte la vida con dados un poco más cargados. Pero ya es tarde para decirte eso.
Quizás estoy divagando, pero justo en este mismo instante recuerdo a una mujer alabar ese pequeño resabio animal en mi mirada. Esa misma mirada que me avergüenza es la que veo en tu cara, pero en tu caso tiene destellos de inocente pureza y no la pútrida sinestesia sulfurosa de la mía.
Lo que no dicen en los medios de tu historia, lo sé muy bien. Sé de la pobreza y el resentimiento. Sé que podrías ser otra cosa que una fiera herida, sé que apreciarías la frase de Tenesse Williams, "Mata mis demonios y mis ángeles morirán también..." Lamentaríamos juntos a una generación entera de querubines muertos.

En mi interior renacen los demonios. Cada uno de ellos se apresta a matar un angel...

1 comentario:

Ogui dijo...

Conmueven la muchalucidez y humanidad.