domingo, 18 de abril de 2010

Cuento de venusinos - José Vicente Ortuño


—¿Cómo, otra vez han publicado un lote de cuentos de marcianos en Breves No Tan Breves? —exclamó Karhak-O'Jones XXXIII, emperador de Venus.
El visir Alí-Gus-Arapo, postrado ante el emperador, temblaba aterrorizado, por tener que darle una mala noticia.
—Sí... Su Grandísima Enormidad —balbuceó—, y otro en Químicamente Impuro, su Magna Magnitud.
—¡Qué osadía tienen estos tipos! ¡Pues esta vez será la última, no voy a tolerar que nos ignoren de esta forma! —aulló el emperador agitando sus diez miembros quitinosos. Se bajó bufando del trono y comenzó a pasear de un lado a otro del salón, levantando esquirlas de piedra del suelo con sus garras—. ¿Pero qué le verán a Marte? ¡Si es un sitio en extremo desagradable! ¿No es así visir?
—Sí... Grande y Magnífico Emperador de...
—¡Es frío! —interrumpió soberano—. ¡Es soso, tremendamente rojo y polvoriento!
—Sí, Su Tremebunda Soberanía —lo aduló el visir.
—¡Pues les declaro guerra ahora mismo! —bramó empujando a un sirviente que sujetaba una bandeja con copas y una jarra con la bebida preferida del emperador: plomo fundido; agitado, no batido. El pobre diablo rodó por el suelo con gran estrépito—. ¡No tendré piedad de esos despreciables terráqueos!
—Pe… pero Su Formidable Poderío —explicó el visir—, ¡la Tierra es un planeta muy poderoso, tiene armas de destrucción masiva que pueden destruirnos en un abrir y cerrar de esfínteres!
—Eso es cierto —meditó el emperador—, entonces no atacaremos a toda la Tierra, que sea que se enfade mi amigo el emperador Obama. A ver, visir, ¿dónde tienen su asentamiento esos seres perversos y repugnantes que publican los relatos de Marte?
—Oh, ¡Su Enorme Gradiosidad! —exclamó el visir postrándose hasta casi hundir su caparazón en el suelo—. No tienen un asentamiento único sobre el planeta.
—¿Entonces, dónde se reúnen para urdir sus malignos planes de relegar al Imperio Venusino al ostracismo? —preguntó perplejo el emperador.
—¡Oh, Magnánima Majestad, se reúnen en un lugar mágico llamado Heliconia, en Internet —susurró el visir, aterrorizado por las consecuencias de contrariarlo.
—Son terrícolas y deben de vivir en algún sitio, ¿o en Facebook ahora hay apartamentos? —el soberano estaba cada vez más confuso.
—Sí, Su Señorial Señoría Imperial —respondió el visir sin atreverse a levantar las antenas—, viven repartidos por todo el planeta, aunque la mayoría de ellos, incluido su jefe, habita en un país llamado Argentina.
—¡Pues les atacaremos a ellos! —exclamó triunfante el despótico césar de Venus.
—¡Ejem! —carraspeó nervioso el visir—. Disculpe Su Tremenda Grandeza, los argentinos son gente temible. Según cuentan sus vecinos poseen un arma secreta enorme denominada “ego”, a la cual alimentan absorbiendo a todas horas un líquido ardiente de unas esferas y comiendo…
—Entonces enviaremos un comando a secuestrar a su jefe... ¿Cómo dices que se llama?
—¡Oh, Tremebundo Emperador Ardiente! —dijo el visir temblando—. Según nuestros informes si se le invoca pronunciando su nombre completo aparece y... —se interrumpió temblando y tomó aire ruidosamente antes de continuar—. ¡...y si te mira a los ojos se te hiela la sangre en las venas!
—¿Tanto? ¡Serán exageraciones!
—No lo creo, Su Imperial Magnificencia, ¡tenga en cuenta que es argentino!
—Ah, bueno... entonces como advertencia atacaremos primero a los que vivan más aislados y luego... ¿Qué pasa ahora visir? ¡Deja de templar, carajo!
—Es... que... Su Planetaria Munificencia, una de ellos vive en Noruega, que es un sitio casi tan frío como Marte... y nuestros guerreros no están preparados... y lo mismo se nos congelan... y se rompen.
—Dejémosla pues —decidió el emperador—. ¿No hay otro sitio más cálido donde...?
—Sí, Su Generosa Imperialidad —respondió el visir—. Hay varios en un lugar llamado España, que es bastante cálido, teniendo en cuenta que la Tierra es un sitio helado y desagradable.
—¿Y esos españícolas tienen algún arma poderosa? ¿Algún poder sobrenatural? —interrogó el soberano, impaciente.
—¡Oh, Noble Paladín! Uno vive en un lugar llamado Málaga, tierra a la que llaman la Costa del Sol.
—¡Nada, nada, con el Sol no nos metemos que si se cabrea le da el flato, se pone a eructar protones y nos funde las cosechas de cuarzo!
—Otro habita en un lugar llamado Albacete, ¡Oh Supremo Señor de las Llanuras de Lava!
—Eso suena inofensivo.
—Sin embargo, Preclaro Gobernante, dicen que allí se fabrica desde hace siglos unas armas llamadas navajas.
—¿Y qué son esas “navajas”?
—Pues... —ese dato no lo tenía el visir, por lo que pensó rápidamente algo que tuviese sentido—. ¡Un desintegrador molecular muy potente! Su Reverendísima Eminencia —exclamó al fin, aliviado por dar una respuesta convincente.
—¿Queda alguien más a quien podamos atacar?
—¡Oh, sí Gran Déspota de los Volcanes! El otro vive en Valencia.
—¿Poseen algún arma terrible los valencianícolas?
—En Valencia son unos bárbaros, hacen Noches de Fuego, en las que disparan millones de armas explosivas y queman gigantes, atrapados en Fallas...
—¿Fallas tectónicas?
Pillado en otro fallo en su información el visir improvisó...
—Sí, Heroico Guía de Nuestros Ejércitos, los atrapan en fallas y luego los queman.
—¡Ya te vale, visir! ¿Tampoco podemos secuestrar en secreto al valenciano y darle un escarmiento?
—Es que... ¡Oh, Grandielocuente Líder! Tiene unos poderes sobrenaturales con los que consiguió vencer a una bestia feroz llamada Perro, que defiende a su vecino de al lado.
—¿Cuáles son esos poderes? ¡Pardiez, me tienes en ascuas de moléculas de hidrógeno!
—A uno de ellos le llaman anafilaxis y le permite hincharse hasta convertirse en un monstruo horrible, ¡oh Magna Magnitud!
—¿Más feo que un humano normal? ¡Qué espanto!
—¡También expele gases venenosos por el esfínter anal! ¡Oh, Magna Nimiedad!
—¿Más venenosos que la atmósfera de la Tierra? ¡Asombroso!
—Y también posee un poder común a todos los heliconios: ¡El Poder de la Palabra! Con el que crea universos fantásticos, mundos increíbles y personajes asombrosos! ¡Oh, Gran Señor de los Abismos Candentes!
—¿Entonces, mejor no los atacamos, verdad?
—Pues mejor no, ¡oh Inconmensurable y Magnífico Emperador!

2 comentarios:

María del Pilar dijo...

Es genial. Felicitaciones, José Vicente.

Ogui dijo...

Buenísimo, José! Grandísimo Visir, nos defendiste con capa y espada y, como decimos en estas tierras, zafamos!