sábado, 8 de mayo de 2010

Desde niña - Adrián Olivas


Quisieran decir, quienes la conocen, que su comportamiento era diferente al de sus amigas, pero la mentira no permite cuadratura en rostro inocente. Desde niña le gustan las serpientes. Ese es su pecado. Se podría hacer una lista interminable de sus virtudes; pero la gente gusta del escándalo tanto como de las injusticias que de éste derivan. La familia entera cargó la pena del repudio social sin importar el altruismo hacIa sus semejantes. Es que a la niña esa le gustan las serpientes, decían los jueces de la virtud como finalizando una discusión sin cabida a réplica.
De ellas aprendió la nobleza y el respeto; a temprana edad cayó en cuenta que una serpiente jamás ataca a su semejante por alimento o territorio; tienen mejores modales que aquellas a quienes insistimos en nombrar con sus variantes; la vecina es una víbora; la tía de Miguel es una culebra; ah, como es cobra el primo de don Jaime. Si tan solo supieran que las verdaderas ofendidas son estas linduras, pensaba mientras acariciaba a su coralillo preferida dentro de la jungla improvisada en que había convertido su recámara.
Pero una serpiente es y será siempre motivada por el instinto; es este quien le dice no atacar a sus semejantes, el mismo que le exige no reclamar territorio. Y sin duda fue el instinto quién le sugirió morder a su protectora cuando sintió una caricia amenazante.
A esa niña siempre le gustaron las serpientes.

Tomado de http://padrinoadrian.blogspot.com

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