martes, 28 de diciembre de 2010

De dragones familiares – Carlos Barbarito


El primer Barbarito, afirman miembros de mi familia, fue atacado por un dragón. Otros, también dentro del círculo familiar, sostienen que se trató de un simple perro, eso sí: muy bravo. No hay acuerdo al respecto; tampoco sobre el lugar del hecho: cerca del monte Ventoux, en el sur de Francia, sostienen los del lado chic de los Barbarito; otros, menos snobs, ubican el suceso en algún pueblito de la costa del Tirreno. Tampoco hay acuerdo con la fecha, un auténtico delirio que va desde el siglo XV hasta el siglo XIX. Cada reunión familiar es objeto de enconadas disputas al respecto.
Recuerdo una navidad, en los sesenta, cuando se enfrentaron dos primos de mi abuelo paterno; uno hablaba de una lucha endiablada, terrible, con espada, seguida del triunfo del fundador del linaje; otro de una derrota –eso sí, luego de feroz resistencia– con la consiguiente devoración y masticación del monstruo. Uno de los primos amenazó al otro, al calor de la discusión, con un tenedor que había sobre la mesa. No pasó de allí. Fue un momento lamentable pero revelador de las firmes convicciones que, sobre asuntos trascendentales como éste, tienen mis familiares.

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