lunes, 28 de noviembre de 2011

Artefacto dañado - Marisa Dittler


He comprado un artefacto hace… digamos unos 30 años.
Los primeros años funcionaba perfectamente. Cumplía las tareas para las que fue creado, sin demoras ni complicaciones. Su desempeño era correcto.
Si sufría una avería, con un pequeño golpecito de esos que le damos a las máquinas cuando parecen dejar de andar, emprendía su trajinar nuevamente. A veces, es una solución sencilla y mágica.
Estos aparatitos continúan con su vida útil sin mayores anomalías.
Pero hace un tiempo,  no demasiado, esta pequeña maquinita ha tomado la determinación de comenzar a funcionar mal.
Y resulta que es testaruda y todo.
Probé los golpecitos tiernos, probé dejarla un tiempo para ver si se arreglaba sola.
Intenté también hablarle despacito, imaginando que me escuchaba… que me entendía.
Le dije que este era un contrato “de por vida”, que no se olvidara… que yo sin ella…
Pero nada.
Y ahora está ahí, en un rinconcito. Hasta parece que llora cada tanto. (¿O no es ella la que llora?).
Me habían dicho que tenía garantía para siempre, pero no sé, lo estoy dudando.
Si conocen un servicio técnico ¿Me avisan, no?

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