jueves, 17 de noviembre de 2011

La última aventura bizarra – Sergio Gaut vel Hartman


Escritor valiente si los hubo —dejando fuera de la cuestión a Hemingway, que no tuvo rivales en ese plano—, Leonard Panther Mihura afrontó el mayor desafío de su vida cuando decidió explorar los laberintos surrealistas de ¡Hop hop hop!, la perturbadora, esquizofrénica novela del autor tadzico Okhili Okhilov. Leonard, Leo Pami, para los amigos, ingresó directamente a la página 125, cuando Mikhail le dice a Olga que los guamperos del urbanizal estaban listos para ser refucilados, y se metió dentro de una botella de vodka guardada en el bargueño de la rústica cabaña siberiana en la que vivían los amantes. Su buena fortuna llegó hasta el momento de la miniaturización, lograda sin mayores sobresaltos en un contexto ficcional tan desestructurado; pero terminó cuando el fumigador, ya de por sí borracho, aferró el recipiente por el cogote y se bajó los noventa grados de alcohol como si fuera agua destilada. Nada le hubiera pasado a Leo si Mikhail hubiera sido un bebedor común y corriente. Jonás y Pinocchio son fiables testigos de que se puede sobrevivir a una ingesta de ese tipo. Con lo que no contó Leonard Panther Mihura fue con el extraño hábito del tártaro, que masticaba el vodka como si fuese carne de oso ahumada.

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