viernes, 28 de septiembre de 2012

Serena - Raquel Barbieri


Serena vive sola en una casa que según la opinión ajena, le queda grande, pero que según el punto de vista de ella, está justa.
Esta mujer necesita inmensidad, amplitud, libertad de movimiento; no soporta sentirse limitada, cercada por paredes próximas una de la otra, aplastada por un techo bajo como de esos departamentos que parecen cajas de zapatos con un agujero llamado ventana.
Serena pinta, escribe, teje, lee, vive su vida sin ser perturbada por el mundo exterior. Su casa expele un aroma entremezclado de óleo para lienzos, perfume de jazmín, sándalo, y cera en pasta para lustrar los pisos de roble de Eslavonia. Es un sitio precioso, personal, logrado, en donde el estereotipo no tiene lugar.
Su casa es ella.
En su jardín de invierno cultiva orquídeas, todo está ordenado, impecable como ella, incólume como su espíritu. Nada la perturba, nada la conmueve ni la quita de su estado permanente de serenidad, de una serenidad más indiferente que proveniente de un dominio de su temperamento.
Serena escribe en su escritorio, usa una computadora de última generación, hace las compras a través de ella, alquila películas, paga sus cuentas, realiza toda transacción comercial y personal a través de este medio. Cualquiera pensaría que es un fenómeno de circo y que se esconde tras los muros, sordo ruido, para no ser vista, pero no. Es bonita y aparentemente normal. El caso es que no tolera la bajeza del mundo,  y no logra acercarse en forma física a aquellas personas que se parecen a ella, que bien podrían ser sus amigas, tal vez un amor. Entonces, sólo van quedando dos personas que visitan su casa y a las que no les resulta fácil penetrar en ella; una es su madre y la otra, una amiga paciente. Serena tiene siempre excusas para no recibir. Todo contacto personal la incomoda, la hace sentir que está perdiendo el tiempo, que mejor cada cual se quede en su casa y que no salga a desparramar sus miserias por el mundo. Quizás tenga una fobia; de hecho, ha estado investigándolo por Internet. Algo la convenció y ahora hará terapia on line con una psicóloga que cobra un ojo de la cara por treinta miserables minutos, pero con tal de no salir a la calle, Serena aceptará dicha terapia, pagará con el plástico pertinente y cuando se canse de escuchar, podrá apagar la máquina, dejando a quien sea del otro lado, sumido en la mayor de las oscuridades.


Tomado de Despertar de la Crisálida

Acerca de la autora: Raquel Barbieri

No hay comentarios.: