viernes, 18 de enero de 2013

La muñeca - Fernando Puga


Me levantan con suavidad esas manos ásperas de lavandina y franelas. Me miran fijo esos ojos nocturnos, pero no me ven; ven a alguien más en mis ojos. Cada mañana, esos dedos tristes se detienen en mi cuerpo de trapo y lo aprietan sin violencia.
Algo le sucede a esta mujer joven cuando me sostiene en sus brazos. Me acuna y susurra una melodía húmeda y caliente que remonta el río perezoso en busca del oído de una niña que se hamaca al compás de los trinos que nacen en la selva.
—¡Llévame contigo! —dice mi voz finita y entonces le nace la idea.
Olvida que no debe, que no puede, que no quiere. Olvida que la señora lo notará, que dará vuelta la casa buscándome, que dudará, que acabará sospechando…
Esta mujer joven clava la negrura de sus ojos en mi pupila inerte. Quiere evitar que rebalse la ternura, pero no consigue eludir el llanto que estalla repentino. Y es entonces cuando decido irme con ella y le sonrío con un guiño cómplice.
------
—Hola Yoli. Te llamo porque no encuentro la muñeca de Agustina que le regaló el padrino. Es la más nueva que tiene. ¿Sabés de cuál te hablo?
Ahora no son lágrimas lo que baja por el rostro gastado de esta mujer que me abraza. Son gotas de sudor que se deslizan hasta esa boca que se demora un instante en responder. Un breve instante delator.
—¿Cuál, señora?
—La de trencitas con el vestidito amarillo. La que habla.
—¡Ah! Sí señora. Debe estar ahí con las otras en la repisa del cuarto de Agus. ¿Se fijó bien?
—Claro que me fijé bien; si no, no te estaría llamando.
—Sí, disculpe. ¿Quiere que vaya ahora y la ayude a buscarla?
—No, no. No hace falta. Cuando vengas el lunes la buscás. Tiene que estar en casa. Agustina y yo estuvimos jugando antes de ayer y estaba. Así que tiene que aparecer.
------
Sube al micro la Yoli. Piensa que Agustina no sentirá la ausencia; ¡con todas las muñecas que tiene! En cambio su niña allá en el monte…
Me aprieta fuerte contra su pecho.
—¿Quieres jugar conmigo? —invita esa vocecita que escondo entre mis ropas.
—Cuando lleguemos a casa, mi amor. Ahora cierra los ojitos y duerme que es muy largo el viaje de regreso.

Sobre el autor: Fernando Puga

No hay comentarios.: