miércoles, 29 de agosto de 2012

El disparo – Daniel Diez Crespo


Te ato un pie y el otro a la taza del váter con el cordón de un zapato mientras aprietas el corazón debajo del pecho, en la tripa, arrugada, descuidada, desnuda, aún marcada por las sábanas, pesada, dolida, adulterada, arrepentida, pero atrapada en ti. Te ato los brazos a la espalda, sobre las nalgas reposadas, con un espagueti aún sucio de tomate, seco; si bien es tallarín para ser preciso, y aprieto. Me guiña un ojo el dolor cuando muerdes la esquina del labio; coqueto y bribón. Sé que el ruego es la pezuña asomando bajo la puerta antes de morir. El cuento del lobo comienza y sólo restan dos balas. Te silencio los labios con un beso, lento, delicioso, excitante y morboso. Los dos tan desnudos, encajados como dos sillas, tan perfectos, que tener que esconder el cañón entre tu pelo con el metal acariciándote la oreja y apretar el gatillo, en apenas tres segundos, romperá en mil añicos todo lo que te he querido.

 Tomado del blog: El país de la gominola

Daniel Diez Crespo

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