jueves, 19 de junio de 2014

Vorágine - Rafael Blanco Vázquez


Ring.
—Dime.
—Noe, concédeme una onza de tu tiempo, un gramo de tu vida, unas gotas de tu ser.
—A mí no me hables así que te endiño.
—Ojú qué bruta.
—Ni bruta ni cojones, qué guarrería es ésa de unas gotas de tu ser.
—Quiero decir que a ver si nos vemos, que me tienes abandonado.
—Es que una tiene cosas que hacer, no como el señorito, que le ha dado por la poesía.
—Me siento muy solo, Noe. Las mujeres no me quieren, me aburro un huevo.
—Ay mi príncipe.
—Y tú entre tu curro y tu novio no tienes ni un minuto para mí, y así no puede ser, que yo necesito contarle mis penas a alguien. Veámonos, rubiecita de pelo ensortijado. ¿No ves que tus bucles singulares le dan sentido a la vorágine de mi vida en la gran ciudad?
—Eso me ha gustado. Así sí, ¿ves tú?
—Lo conseguí, yuju piruju.
—Consulto mi agenda y te digo. Te puedo ver entre las 16 y las 17 del 15 del 3 del año que viene, o sea dentro de 4 meses. ¿Lo anoto?
—Pero Noe.
—La oficina de reclamos cerró hace tiempo.
—¿Y qué hago yo hasta entonces?
—Confío en ti. Un beso

Ring.
—Dime, Zoe.
—Te acabo de llamar y comunicaba.
—Estaba hablando con mi amiga Noe.
—¿La de las tetas?
—La misma que viste y calza.
—Le tengo una envidia.
—Con lo buena que tú estás.
—Tú que me ves con buenos ojos.
—Bueno, qué quieres.
—Proponerte que nos veamos esta noche. Cenita, teatro y copazo.
—Sí, claro. Y al final yo me emociono, te como la boca, tú te dejas y luego te vuelve la histeria, que si no sé, que si qué sé yo, que si la duda me embarga. No, no. Ya estoy harto.
—Pero Joe.
—La oficina de reclamos cerró hace dos días.
—Te prometo que esta vez seré buena. En cuanto acerques tus labios a los míos, te paro los pies.
—Uy no se oye. Uy se corta. Uy uy uy.

Ring.
—¿Noe?
—Que mira, que se me ha caído una cita con mi esteticién dos días antes, o sea el 13 del 3 entre las 18 y las 19. ¿Te vale?
—Eres un ángel caído del cielo.
—Lo sé. Abur.

Ring.
—Zoe, te oigo fatal.
—¿Joe?

Ring.
—Sí.
—¿Joe? Soy Cloe, amiga de Moe.
—¿Quién es Moe?
—El novio de Noe.
—¿Dónde tendré yo la cabeza?
—Que me ha llamado Noe preocupadísima, que dice que estás muy solo.
—La verdad es que sí.
—Pues ya le estás diciendo adiós a tu soledad. Aquí está Cloe. Morena, ojos verdes, sonrisa singular, jamones deliciosos.
—Oye, perdona, ¿tú no serás prostifurcia? Mira que yo lo que necesito es cariño.
—Si tú supieras el cariño que te puede brindar una prostifurcia.
—¿Y tú eso cómo lo sabes?
—Porque ejercí en mi juventud.
—¿Pero qué edad tienes?
—22.
—Ah, claro.
—Así que eso. Esta noche, fiesta. Habrá sexo, drogas, rocanrol, cariño y cacahuetes.
—No sé, no sé. Es que yo tengo un problema, Cloe: me encanta quejarme. Y si voy a tu fiesta y me gusta, a ver qué hago.
—Hacemos una cosa. Si yo veo que te lo estás pasando pirata, te crujo la cara.
—¿Y si me gusta que me crujas la cara? Mira que yo soy un desastre de tío.
—A ti lo que te pasa es que tienes miedo. Ahora mismo voy a tu queli. Y ni se te ocurra no abrirme.

Ring.
—Dime.
—Noe, que tu amiga Cloe viene para acá, que estoy muerto de miedo.
—Tú déjate llevar por una vez. Confía en tu amiga Noe.
—Mira que la última vez que confié en ti estuve tres años de novio.
—Tendrás tú quejas, con lo linda que era Mae.
—Ojú.

Ring.
—Hombre, Joe. Que me ha dicho Cloe que os lo pasasteis de lujo pirujo.
—Una gozada, mi amor. Reímos, lloramos, bailamos, follamos, jamamos, nos duchamos, nos besamos, nos acariciamos, nos cosquilleamos. Un gustazo, vaya.
—Ya me estás dando las gracias.
—Gracias.
—Poco convencido te veo yo a ti.
—Es que.
—Ni es que ni osco.
—Escúchame, Noe, que es muy grave.
—Me temo lo peor.
—Que me sigue gustando Zoe.
—¿La plana?
—Sin faltar.
—Lo de plana pase. Pero es que es una mustia, vamos.
—Bajo la cabeza, de hinojos me postro y pido perdón a Su Majestad.
—Joe, lo tuyo es un crimen de lesa humanidad.
—Lo sé, mas qué puedo hacer.
—Me da a mí que estamos ante un caso perdido.
—Pobre Cloe.
—Tú no te preocupes por Cloe que ella sabe cuál es su misión en esta tierra. Anda, haré una excepción y esta noche te invitaré a cenar. Ponte guapo y tráeme flores, que ya sabes lo mucho que me gustan. Hasta luego, ratón.
—Hasta luego, hermosa.

Sobre el autor: Rafael Blanco Vázquez

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