sábado, 23 de agosto de 2008

Aquiles, el cocinero - Javier O. Trejo


Se había ganado una merecida fama en los restaurantes caros de Palermo. Su virtud era el equilibrio; ni cocina de autor ni clásica.
Después de un viaje por China regresó embelesado. Sólo aquellos que incursionan en comidas de otras culturas entienden la escasez de nuestra mesa común.
Estudió y experimentó. El milenario pato laqueado le salía magnífico. El arroz y sus mil formas. Todos los vegetales.
Lo contrataron para una cena muy exclusiva. Tenía que preparar tortuga; el pobre animalito debía mantenerse con vida hasta el momento de la cocción.
Sabía la receta de memoria y la ejecutaba con maestría matemática
Se preparó para cortar cuatro cebollas. Pensó en cortar las dos primeras y se percató que luego le quedaría el resto. Para cortar las segundas dos debía cortar una, pero para cortar una debía cortar la mitad, para poder cortar la mitad, debía cortar un cuarto, para poder cortar un cuarto debía cortar la mitad de un cuarto, para cortar la mitad de un cuarto debía cortar la mitad de la mitad de un cuarto…
Las cuatro cebollas seguían allí intactas. Aquiles paralizado. La tortuga dormía en una caja.
Los invitados cenaron aliviados —la perspectiva de comer tortuga los espantaba— en un restaurante cercano.
Expulsaron al cocinero Aquiles y ahora trabaja en un banco.
La tortuga es su mascota y para que coma, le prepara vegetales bien cortaditos aunque, cada vez que lo hace, siente que se le eriza la piel.

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