viernes, 31 de octubre de 2008

¿Qué hijo? - Jorge Ariel Madrazo


Los tréboles. Pisaba un campo trebolado. Había salido de la casona entre hondas aspiraciones de un aire que presentía único. A lo lejos Elisa lo llamó. Una vez, dos veces. De modo compulsivo y, creyó, con angustia. Más allá, en el río, desde los hoyos en los bancales de la orilla varias avispas escarbaban hasta recoger esas bolitas de barro. Y llevarlas luego entre las patas, quién sabe adónde, sobrevolando los sauces en vastos círculos repetitivos. Un niño, un pequeño desconocido, vecino circunstancial en la colonia de veraneo, llegó de pronto en un trote irrefrenable. Sus zapatillas de goma demolieron las parecitas barrosas de la orilla, un pie aplastó a la avispa que volvía de esos viajes. Ernesto sintió que debía acudir, a la carrera, al llamado de Elisa. Se le corporizó que algo podría haber ocurrido al hijo. Que lo hubiera agredido algún zapatón en la tráquea, en la columna vertebral. Dos minutos más tarde entraba en la pieza. Jadeante. Elisa  no recordó haber llamado. Ni que tuvieran un hijo.

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