miércoles, 22 de abril de 2009

Drummer 8 - Héctor Ranea


En Tierra piensan que llega a tiempo para el evento. Sólo tienen que calcular mejor el punto estable frente a la pequeña mancha de Júpiter, la más nueva, de 2008. Ahí es donde calculan como más probable la manifestación de la que será la más enorme fuerza puesta en juego por la tectónica de un planeta. La presión de la atmósfera es tan brutal que las placas, al desacomodarse, desatarán un gigantesco tsunami gaseoso que probablemente proyecte enormes cantidades de gas fuera de Júpiter.
El suceso no podría ser más tremendo porque la parte sólida del núcleo planetario es pequeña pero, fuera del sistema solar, un observador podría interpretar el evento como una extraña supernova a menos que tuviera ya la tecnología como para discriminar planetas. La región entre Júpiter y Saturno quedaría llena de una espuma reverberante durante siglos.
Obviamente, la misión era delicada porque, mientras otras agencias espaciales habían enviado robots, ésta había tenido que enviar un humano, lo que marcaba la superioridad de las otras en la tecnología de la inteligencia artificial.
Syd Drummer fue su mejor opción. Luego de un riguroso entrenamiento, les reveló su notable disposición para sonar la batería y entonces diseñaron un sistema de aprovechamiento energético que aseguraba ocupar a tiempo la órbita de Júpiter. Era obviamente improbable que Syd pudiera regresar, expelido, como seguramente lo sería, por la masa gaseosa de la pequeña nova. Logró que su seguro de vida fuera para “esos ojos,” allá en el Sur, en Cañadón del León. En Tierra sabían que llamarlo “seguro de vida” era eufemístico ya que, a los más de veinte años de viaje de ida, sumado el regreso si superaba el impacto de la eyección joviana, hacía imposible que Drummer pudiera gozar de la vida. Pero las compañías de seguro, especulando con que “esos ojos” jamás reclamarían su seguro, dieron su visto bueno.
Lo que no sabía nadie, ni los compañeros de Tierra ni los del seguro, era que Drummer, gracias a los documentos hallados en Río Gallegos, había podido trazar el mapa del tesoro donde los fuera de la ley: su architatarabuelo y su compañero, habían escondido el producido de varios robos en la Patagonia (argentina y chilena), a saber: Banco de Préstamos al Productor Patagónico, Jaramillo; Consorcio de Níquel Patagónico Puerto Aysén; Cooperativa Río Jeinemeni; Cooperativa Puente Río Leona, Paraje Hotel “La Leona”; Tren “La Balsa”, Las Heras; Minas “El Pluma”, para nombrar las mayores tropelías de estos que nunca, ni ellos ni su botín, fueron encontrados y que dieron lugar a leyendas falsas.
Lo inconcebible es cómo aquel juez no pudo dar con el botín. La respuesta la tenía Drummer en su pecho y estaba relacionada con que el primer ladrón de estos expedientes era incapaz de entender la lengua de los aonek'enk mientras que los dos ladrones míticos sí. Esto de por sí no sería impedimento para encontrar el tesoro, pero el juez pensaba que los aonek'enk eran salvajes que no dominaban el mundo onírico y que su cultura no aferraba lo simbólico. Todos los documentos añadidos por los cacos al expediente Cassidy-Sundance estaban en inglés, pero eran traducciones de escritos, producidos por ellos, en tehuelche.
Para Syd fue complejo, pero finalmente logró la clave. Era tan evidente que casi no era un secreto. Con ello descubrió tantos kilos de oro como dinero sin valor monetario pero sí histórico, que él aprovechó.
Con esa pequeña fortuna planeó rehacer lo que había deshecho con “esos ojos”. Pero ella no lo dejó seguir por la ruta que se había trazado y para Drummer fue el “Ich bin der Welt abhanden gekommen”. A partir de ahí fue abandonando sus veleidades de camionero y pensó que su vida tenía que tener otro cometido.
Entonces leyó en el diario este asunto del viaje a Júpiter.
Al principio creyó que era para una serie de televisión, pero cuando estuvo con quienes convocaban vio que se lo tomaban en serio. Aceptó todo, destino y gloria, sobre todo cuando recibieron con buena actitud el hecho de que era un baterista consumado y con un gran repertorio además.
Drummer observa en la pantalla gigante la aproximación entre Júpiter y la Rosaura. Toca como puede con su Batuque herido, con los platillos de los más extraños materiales y con eso acelera. En Tierra piensan que nunca antes tocó así. Que la Rosaura acelerará como nunca.
En sus tambores, Syd dibuja recuerdos para Alejandro Sokol y los otros.

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