domingo, 13 de septiembre de 2009

Invitación - Oriana Pickmann



Esperaba con ansias tu visita. Pero pasa, toma asiento. Cuéntame, mientras sirvo el té y parto un trozo del cake que he preparado hoy, cuál es tu nombre verdadero, a qué te dedicas. Muchas gracias, es una receta de mi madre. Gabriel, qué bonito nombre, sí, como el angelito. Y bombero, qué impresionante. ¿A mí? Sí, me gusta mucho pintar. Esos cuadros que ves ahí los pinté el verano pasado. No, nunca he estado en curso de pintura alguno. Claro, puedes tomar más cake si lo deseas. Lo preparé para ti. Qué bueno que te guste.
Me parece increíble que nos hayamos conocido de esta manera. No me creerás, pero yo soy muy tímida y nunca antes había respondido un anuncio del diario, pero habías puesto foto, y algo me impulsó a tomar contacto contigo. Que sí, de verdad lo soy. Ay, hombre, gracias por los cumplidos, pero no soy tan bonita como tú dices. ¿Al cine? Claro, podemos ir la próxima semana, si quieres. Hay una película belga muy bonita que quiero ver. ¿Es también la que tú quieres ver? Mira tú, qué coincidencia. Sí, el martes me viene bien.
¿Que por qué decidí invitarte a mi casa y no encontrarnos en un café? Verás, hace exactamente dos años, tres meses y cuatro semanas, yo caminaba por calle Palatinos a eso de las nueve de la noche. Volvía de mis clases de piano. Sí, me gusta mucho, y creo que he aprendido bastante. El caso es que cuando doblé la esquina hacia Corrales, un hombre se me acercó de una manera muy fea. Me sujetó fuertemente, casi caí desmayada del dolor y del espanto. Por su aliento, no fue difícil para mí comprender que estaba ebrio, prácticamente no podía ni articular palabra. Por más que yo tratara de zafar, el hombre logró levantarme la falda y destrozar mis bragas. Fue lo más horrible que he experimentado en mi vida. Sentir que ese sujeto despreciable me pentraba, rompiendo lo más profundo de mi alma... es indescriptible. Sí, gracias, un pañuelo me vendría bien, voy a la cocina, y vuelvo.
El caso es que, incluso luego de haber estado en terapia y, a pesar del tiempo transcurrido, no logro sobreponerme. Por eso cuando vi tu foto, con esa sonrisa de niño primoroso que no lastima a nadie, comprendí que no poseías ningún tipo de recuerdo, remordimiento ni pesar por lo que me hiciste aquella noche. Pero supongo que ahora no me podrás decir nada, así de muerto como estás. Me alegra que te haya gustado el cake.

1 comentario:

Javier López dijo...

Escalofriante Oriana, muy buen cuento.