sábado, 9 de enero de 2010

La primera foto - Silvia Rodríguez Ares


Largos cabellos rubios, los ojos transparentes que siempre buscaban el mar, la sonrisa tímida y un ángel asustado que se escondía para no salir en la foto. Y ahí estaba yo, inmóvil, con el uniforme del colegio inglés: la corbata verde bien ajustada, la túnica gris y la camisa blanca abotonada.
Mamá  me peinaba una y otra vez, me colocaba horquillas y un moño que parecía una mariposa a punto de volar. Me tironeaba el pelo y yo protestaba, mamá basta, que me duele. Pero nena, esta foto es para las tías de España, y ¡qué van a decir las tías si te ven toda despeinada!
El ángel se reía a mis espaldas, hasta él se burlaba de mí.
Me mordí los labios, una tormenta sacudió mi pecho. Mis ojos se volvieron un mar enfurecido… La foto para las tías se rompía en mil pedazos.
—Por favor, nena, ¡quedate quieta!, y mirá  la lucecita —dijo el fotógrafo.
Mamá  me clavaba dos puñales de hielo. —A ver, flojita, así, así…
Respiré  profundamente. El ángel me hizo un guiño, acarició mi cabeza y me rodeó con sus alas.
¡Clic! —Ya está, muy bien, querida.
Las luces se apagaron. Mamá y el fotógrafo se fueron; ella le hablaba de lo bien que se vivía ahora en España, no como antes, que eran tan atrasados…
Y yo me quedé allí, en silencio, jugando con mi ángel, imagen imborrable que aún está dentro de mí.

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