jueves, 10 de febrero de 2011

Sandalias de charol - Alex Jamieson


Subí al colectivo y elegí un asiento de uno. Ahí estaban. A mi derecha, cerca de la ventanilla. Hermosas. Negras. De taco alto. Charoladas y con hebilla dorada. Perfectas. Los pies que las calzaban no tanto. Eran unos pies ajados, marchitos, que nunca hubieran podido lucirlas ni caminar con gracia en ellas. Noté que hablaban animadamente con las zapatillas de al lado. Pensé que iban juntos y hubiera jurado que eran abuela y nieto. Me sorprendió mucho que las zapatillas de pronto se acercaran a la puerta para tocar el timbre, dejando a las sandalias sin saludarlas con el apego esperable de aquel parentesco. Me bajé del colectivo convencida de que las sandalias sólo viajaban en colectivo para calmar la soledad. Esas sandalias sólo evitaban que aquellos pies cumplieran con su función básica de sostenimiento. Sólo les permitían participar de una charla en posición de descanso. Perfectas para charlar.

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