lunes, 25 de abril de 2011

Pueblo chico - Mónica Ortelli



En este lugar nos conocemos todos y eso, en cierto modo, facilita las cosas. De ahí que no me importara declarar ante la fiscal del distrito (una muchacha preciosa): en la sala, ella era la única extraña. Durante la indagatoria imaginaba su vientre nacarado ondulando bajo mi peso; me cambió el ánimo... Estaba interesada en cuando fui monaguillo y le dije que a mí el cura nunca me había tocado, que jamás había escuchado que le hubiera pasado a otros. Lo mismo aseguraron Sper, el comisario inspector; Toño, el de la Marítima y el editor del ‘Pregón del mar,’ entre los de aquella época.Más tarde, algunos de nosotros estábamos en “The Avengers” tomando unas copas cuando aparecieron el abogado Ferroni y la fiscal y se sentaron a nuestra mesa (sentí que tocaba el cielo). Resultó que habían estudiado juntos y Ferroni y su mujer la hospedaban en su casa. El tema fue inevitable. Después de lo de la mañana, supusimos que la investigación del crimen iría al frío. Ferroni coincidió con nosotros. Ella, con elegante discreción sólo confirmó lo que decía el periódico: sin móvil claro ni sospechosos. Agregó que no estaban seguros de cuál fue el objeto punzante, dicho de un modo que me alteró la respiración.Después, hablamos de otras cosas y la balanza se inclinó para mi lado. Es una muchacha sencilla. Nació en un pueblo como este, en la sierra; los estudios los pagó trabajando y, por ahora, está casada sólo con su trabajo. ¡Vaya suerte!La invité a navegar y aceptó. En este momento de mi vida siento que puedo lograr lo que me proponga: sólo deseo hacer las cosas bien. Ferroni y su mujer nos acompañarán. Le mostraremos los mejores lugares de la bahía. Quiero que salga perfecto. Ya tengo casi todo listo abordo, sólo me falta reponer el pica-hielos para preparar los tragos.


Tomado del blog Ni vara ni cuchillo

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