viernes, 22 de julio de 2011

El factor Noé - Daniel Frini


Es de noche. Los ojos engañan y es difícil medir las distancias bajo la lluvia espesa que cae, sin amainar, desde hace tantos días. Jafet, empapado, aguza la vista hasta el dolor en la amura de estribor del Arca, que en un momento planea en el aire y al siguiente golpea de manera violenta en los valles que las olas inventan entre una y otra.
Jafet, con su mano derecha, abierta y extendida sobre sus ojos, los protege de los estiletes que son las gotas alargadas y rápidas. Su mano izquierda, los nudillos blancos de tensión y frío, se toma de la borda. Cuando una ráfaga de viento acuesta las gotas que caen, cree ver algo que, de manera inmediata, desaparece. El cansancio confunde los sentidos, y la cortina de agua cubre el escenario frente a la nave.
Jafet se concentra más, si aún es posible, porque intuye que hay algo adelante.
No se equivoca. El Arca avanza y el monstruo aparece, inmenso, quieto, blanco si fuera posible, en la oscuridad.
Jafet abre los ojos con terror, se gira y grita:
—¡A-á! ¡Am!
Se da cuenta que el frío entumeció los músculos de su cara. Se pega tres cachetadas y lo intenta otra vez:
—¡Papá! ¡Cam!
Nadie responde. Los llama nuevamente, gritando hasta casi desgarrarse la garganta.
—¡Qué querés! —responde Cam
—¡Vira a Babor!
—¿Ah?
—¡Vira a Babor! ¡Ya!
—¿Lo qué?
En la pequeña cabina, Cam mira a su padre, que masculla algo, tirado en el piso, sosteniendo una jarra de barro, rota, en la mano; y la túnica manchada de vino y vómito.
—Viejo —pregunta, casi en un susurro, apenas audible sobre el atronador ruido que viene de afuera. Noé no responde —Viejo —insiste Cam.
—¿Hum? —murmulla el anciano.
—¿Qué es «babor»?
—No sé —Dice Noé, y de manera repentina se despierta su interés.
—¡Vira a babor! —se escucha, casi lejana, la voz de Jafet que viene de afuera.
—Debe sé una ciudá. No la conozco —continua el padre, y los ojos se le iluminan —¡Pero sí miacuerdo de Sodoma! ¡A la pelotita! ¡Esa era una ciudad! Miacuerdo que la primera vé fui con mi papá y el nono Matusalén ¡Cómo se divertimo!
—¡Caaam! —vuelve a gritar Jafet, a punto de la afonía.
—¿Queeeé? —responde Cam.
—¡Vira a Babor! ¡Yaaa!
—¿Qué es «babor»? ¿Qué es «vira»?
—…contábamo cuento verde, le prendíamo fuego al techo de las casas… —rememora Noé, ajeno al desastre próximo.
—¡Girá a la izquierda! —responde Jafet.
—¡Ah! ¿Cómo hago?
—¡Da vueltas el timón en sentido horario!
—¿Ah?
—¡En sentido horario!
—¿Ah?
—¡A la derecha!
—¿Cuál derecha?
—¡La mano con la que escribís!
—…le decíamo cosa guasa a las chicas… —sigue Noé.
—Jafet —grita Cam —No sé escribir.
—¡La mano con la que…comés! —Grita Jafet.
—¡Haberlo dicho! —contesta Cam y hace una pequeña pausa —¡Jafet! —grita otra vez.
—¡¿Qué?!
—¿Qué es «timón»?
—La rueda, esa—grita Jafet, llorando —, de madera que tiene todos como mangos de sartenes…
—…se pinchábamo lo culo con lo tenedore… —recuerda el anciano sin levantarse del piso.
—¡Jafet! —grita Cam.
—¡Por el Altísimo! ¡¿Qué?!
—Acá no hay ninguna rueda de madera…
—¡¿Cómo?!
—Que acá no hay ninguna rueda…
—¿Qué pasa acá? —grita Sem, mientras sube por la escotilla que da a la cubierta inferior.
—¡Sem! ¡Por favor! —grita Jafet desde afuera —¡Girá el timón a la derecha!
—¿Cuál es el problema?—interroga Sem.
—¡Al frente! ¡Un iceberg! —grita Jafet.
—¡¿Un qué?! —preguntan Cam y Sem al unísono.
—…corríamo a las viejas, en calzoncillos… —continúa Noé.
—¡Un iceberg! —insiste Jafet, desde la proa.
—¿Qué es eso? —dice Cam.
—¿Ais…qué? —pregunta Sem.
—¡Una montaña de hielo! ¡En medio del agua!
—¿Y porqué no decís «una montaña de hielo» de entrada? —dice Sem, enojado.
—¿Qué es «hielo»? —interroga Cam.
—¡Viren a babor! ¡Ya!
—¿Qué cosa, adónde? —interroga Sem a su hermano Cam, en voz baja
—…le pintamo el burro de verde al vigilante… —sigue Noé.
—Que giremos para allá —contesta Cam, señalando su derecha.
—¿Y con qué giramos?
—Dice Jafet que con una rueda de madera llena de sartenes.
—¡Jafet! —grita Sem.
—¡Qué!
—No hay timón
—¡¿Cómo que no hay timón?!
—Recorte de gastos…
Jafet va a decir algo, pero una pequeña vibración lo sobresalta, vuelve la mirada al frente y allí lo ve ocupando todo el espacio, cubriendo mar y cielo, inmune a la lluvia, gigante, imponente, asesino y viajando hacia ellos a una velocidad increíble.
—Ya es tarde —murmuró para sí, resignado.
—…le afanamo la carpa al ruso Cainán, cuando estaba con una mina. Y el ruso quedó en bola, en medio del campamento, meta subir y bajar… ¡Ji! —se sonríe Noé.
El impacto, curiosamente, apenas hace ruido, entre el golpeteo continuo de las gotas.
El agua entra por la inmensa brecha y el Arca empieza a hundirse.
Todos callan al darse cuenta de la terrible tragedia que tienen por delante, excepto Noé, que dice:
—…se subíamo a las palmeras y le surtíamo dátiles con la gomera a los viejo…
Sobre la cubierta del Arca, un burro, un perro, un gato y un gallo ensayan una mala versión del himno Nearer, my God to Thee, en algo parecido al arameo.
Los tres hijos bajan a la cubierta inferior donde Naara, su madre, está recostada en su litera e intenta reponerse del continuo mareo. Ella, al ver a los jóvenes, comprende todo y con una entereza envidiable toma un cuero de oveja, una pluma y tinta de calamar y anota:

«Bitácora de navegación. Día cuarenta desde el
comienzo del Diluvio. La que manda en esta Nave, Naama, escribe esto
para las generaciones futuras, si es que estas
llegan a existir: la cagamos.»

El Arca se hunde sin remedio. La última voz humana que se oye es la de Noé:
—…se tirábamo pedos… —
Desaparece la cubierta, luego la borda, la casilla de mando, más tarde se hunden los cuellos de la pareja de jirafas. Finalmente, sólo se ve el hocico de las dos bestias, tratando de aspirar la última bocanada de aire. Luego nada.

El Ángel del Señor recorre la zona del desastre, ajeno a la lluvia que aún no ha dejado de caer. Aguza la vista y ve una pareja de pequeñas cucarachas flotando entre la espuma de las olas. Se sonríe y dice para sí y para la Corte Celestial:
—Heredarán la tierra un día de estos.

Sobre el autor: Daniel Frini

Imagen: Fragmentos de Abstract Flowers, de amyandromai en deviantArt

2 comentarios:

María del Pilar dijo...

Excelente narración, te felicito.

Javier López dijo...

Lo suyo es bárbaro, D. Frini.
¡Excelente!