miércoles, 17 de agosto de 2011

Las cosas que pasan cuando rechazan a un escritor - Héctor Ranea


Bueno, dijo el escritor en ciernes cuando ella lo rechazó diciendo que lo suyo no podía ser, que lo que él creía de ellos era sólo de él, que fantaseaba, que tenía manías intolerables.
El escritor se fue pateando un tacho de tomates vacío, perdiéndose en el horizonte oscuro de la noche muerta. Como llovía, el tacho se fue llenando con agua y ésta dio lugar al homúnculo que estaba latente en una semilla de jitomate. Éste le espetó al escritor:
—¡Te podés dejar de joderme a patadas, por favor? ¡Acá se sufre, sabés?
El escritor, aturdido por ese vozarrón que salía de una lata supuestamente vacía, se acercó y asomó la nariz por el abollado agujero.
—¿Te parece, patear así a un ser diminuto, indefenso y tierno como yo?
—¿Tierno? ¿No será tuerto?
—No, tontito. Vení que afuera te mojás demasiado.
—No quepo.
—Siempre hay lugar para uno más.
—¿Usted es colectivero?
—Nene. Soy una nena. Vení que te reduzco y pasamos la noche rodando en esta lata.
Dicho y hecho: lo redujo usando la fórmula del increíble hombre menguante y pasaron la noche. Pero el homúnculo era un mentiroso compulsivo.
A la mañana, abandonado y con olor a jitomate podrido, el escritor no sabía si ir a la sala de primeros auxilios del hospital San Rosqueta o escribir esa experiencia. Se decidió por esto último (en el fondo era escritor) y tomar unas pastillas de un nuevo antibiótico por las dudas se infectaran las heridas del filo de la lata.

No hay comentarios.: