miércoles, 21 de diciembre de 2011

Cuatro caballos y seis botellas - Héctor Ranea


El galope de un caballo blanco era distinguido del de un castaño, o de un tobiano o de un tordillo, un bayo, ni hablar de un ruano o de un rojo o alazán, que por ahí se conocía como pelaje del diablo, obvio. El jinete que montaba esos caballos se dejaba influenciar por el manto o por las crines si las dejaba largas. Y eso era suficiente para que el golpeteo de los cascos en la arcilla salobre transmitiera el pelaje del caballo. Ni qué decir si eran caballos zurdos, es decir, de esos que cuando les revisan las herraduras, levantan primero la zurda, sea delantera que trasera. Al galopar tienen la tendencia a enfatizar las caídas impares y los baqueanos, aún jugando al mus, apostaban sobre seguro a cualquier pueblerino advenedizo y sacaban al menos dos botellas de ginebra por noche.
Una noche de otoño, al baqueano Malvón Ferreyra le escocía el oído. No pensaba en su juego y perdía el envido por lo que escuchaba. Entonces pronunció su predicción:
—Apuesto lo que quieran a que son un palomino, un pío y dos negros: el uno carbón, el otro, de ojos de mujer.
Cuatro caballos se acercaban y nunca nadie había visto un palomino. Más de uno se puso nervioso y fue a buscar compañía con una “etrusca”.
Un moreno subido le apostó al contrario:
—Yo le digo, caballero, que por más que me esfuerce en creerle, me temo que está equivocado. Son dos los palominos y uno el negro y le concedo lo del pío y aclaro: tiene el cuello blanco solamente, el resto es negro —y cuando todos dieron por terminado el pleito, agregó: —¡Ah! Y le apuesto un cajón de ginebra chico.
Pasaron como una tormenta los cuatro jinetes y todos corroboraron que el morocho había ganado la apuesta. Después de refunfuñar, Malvón compró las botellas y el morocho, galante le dijo:
—Separo para las niñas bonitas una botella y otra para mí. El resto, para mis amigos del Bar “Sin Final”.
Hasta Malvón, hombre duro si los hay, dejó escapar un lagrimón.

2 comentarios:

Florieclipse dijo...

Muy buen semi-western apocalíptico.

Ogui dijo...

El Bar "Sin Final" está más bien en la meseta patagónica, en un lugar no muy definido. Está pintado de amarillo, tiene personajes. Este es un episodio en el que les ha tocado presenciar una peculiar caballada. Sí. Gracias por el comentario, Florieclipse!