domingo, 22 de abril de 2012

Aún no he llegado a mi futuro - Arantza Ruiz de Mendarozqueta


Era un mediodía de muchísimo calor. El semáforo estaba roto, y era muy difícil que los autos se detuvieran. Mi padre y mi madre estaban sentados en el cordón de la vereda muy tranquilamente, mientras yo me encontraba pidiendo limosna en la otra esquina. Hacía mucho tiempo que éramos pobres, sin ropa para el invierno ni cama para dormir. Pero había dejado de interesarme por el aspecto, ya que cuando la  situación es tan desesperante deja de importar cómo te veas. Ese día me desperté con los ruidos de los autos. Mis padres me mandaron a la esquina, a limpiar vidrios. Me levanté, me calcé las alpargatas agujereadas, sacudí la tierra de mi remera, y salí bajo el quemante sol, llevando el limpiavidrios y un balde lleno de agua jabonosa. Mientras caminaba, empecé a fijarme en las ropas y el aspecto que tenía la gente de mí alrededor. Noté que muchos volvían del trabajo. Caminaban muriéndose de calor bajo el sol y con mucho cansancio parecido al que, en ese momento, sentía yo. Luego vi, en una esquina, un grupo de chicos que jugaban al fútbol y unas niñas que saltaban la cuerda, alegres y felices. Los observé, miré de nuevo a la gente que volvía del trabajo, y me miré a mí mismo. “Mi aspecto no difiere del de aquellos niños”, pensé. “Después de todo, yo también soy un niño, pero… Me siento tan cansado y tan frustrado como aquella gente trabajadora”. Y de repente comprendí que, siendo niño, debería estar jugando como los que estaban en la esquina, y no trabajando duro, tomando el lugar de mis padres, que holgazaneaban sentados en el cordón de la vereda. “Yo no debería estar trabajando tan duro… Para eso falta mucho…” Y triste, pensé: “Aún no he llegado a mi futuro…” Seguí caminando.

Acerca de la autora: Arantza Ruiz de Mendarozqueta

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