domingo, 29 de abril de 2012

Morir no puede ser tan difícil - Fernando Andrés Puga


A los siete metí los dedos en el enchufe. Quería saber qué era la electricidad. Tenía zapatos con suela de goma.
A los quince tomé una hojita de afeitar. Con ella hice un tajito en cada una de mis muñecas y me metí en la bañadera llena para ver cómo el agua tibia se iba tiñendo de rojo. No resultaron heridas muy profundas.
A los treinta y dos hice girar el tambor y luego apoyé el revólver en mi sien. Gané la apuesta.
A los cuarenta y pico dejé abierta la llave de gas de la cocina y me senté a escribir en la mesa del comedor diario. La señora que viene a limpiar dos veces por semana me encontró adormecido sobre la computadora. Me sirvió una gran taza de café recién hecho. Olía bien.
Algunos años después, no recuerdo con exactitud cuántos, vacié un frasco de píldoras que encontré en el botiquín del baño de la casa de mi hermana, un invierno en que fui a visitarla por su cumpleaños. Estaban vencidas.
Hoy, a punto de cumplir los ochenta, estoy considerando la posibilidad de quitarme el respirador. ¿Cómo se sentirá la falta total de aire?

Acerca del autorr: Fernando Puga

No hay comentarios.: