sábado, 25 de agosto de 2012

Legítima defensa – Sergio Gaut vel Hartman


Contempló a la joven de grandes tetas que se escarbaba las uñas con un clip de alambre. No, definitivamente no podía ser el gorki, la temible criatura extraterrestre a la que había visto abandonar la nave incendiada, aunque estaba seguro de que, fiel a su costumbre, el invasor debía haberse apropiado de un cuerpo para parecer un humano común y corriente. Pero no de este cuerpo, por lo menos. ¿Tal vez el viejo con cara de culo que leía una revista de economía sentado junto a la puerta? Imposible. Los gorki saben que los ancianos se desgastan con rapidez y no tiene sentido tener que cambiar pocas horas después de haberse apropiado de un cuerpo. Pero debía estar cerca; el gorki no podía haberse alejado demasiado de la nave siniestrada, por lo que procedió a una segunda inspección de los pasajeros del bus, mucho más minuciosa que la primera. ¡Lo tenía! Era el médico vestido de azul que estaba hablando por teléfono. Unos treinta y cinco años, expresión extraviada… ¿Estoy seguro?, se dijo. Lo estoy. No es que le pesara demasiado liquidar a un humano más o menos, pero si fallaba, si se equivocaba, llamaría la atención del verdadero extraterrestre y no habría una segunda oportunidad. Por una vez, sin embargo, decidió seguir el protocolo, lo que implicaba una gran dosis de audacia y extrema precisión en los movimientos. Dio un paso hacia adelante, decidido, se plantó delante del médico cooptado por el extraterrestre y durante un segundo y medio se dejó ver con su verdadero aspecto.
El gorki, sorprendido, sólo logró articular dos palabras en su lengua antes de caer fulminado por el fusilazo psíquico disparado por el cazador.
—¡Un gogol!
Pero ya era demasiado tarde para organizar un defensa. El gogol se expresó mediante un gesto que en su mundo equivalía a una sonrisa, aunque eso no lo advirtió nadie, ya que había vuelto a tener el aspecto de una inocente niño de cuatro años que iba al jardín de infantes, aferradísimo a la mano de su mamá.


Acerca del autor:

No hay comentarios.: