martes, 21 de agosto de 2012

Resucitados e inmortales – Sergio Gaut vel Hartman


—Conjugar la primera persona del pretérito indefinido del indicativo del verbo morir no es para cualquiera —dijo Lázaro de Betania.
—Eso no es lo más importante —repuso Ahasverus, el judío que le negó un sorbo de agua al sediento Jesús durante el camino hacia el Calvario y fue condenado a errar por la Tierra hasta la Parusía.
—¿No? ¿Y qué es lo importante?
Ahasverus se rascó la cabeza; buscaba las palabras adecuadas. —Lo relevante es saber si te resucitó para hacerte inmortal, como a mí, o simplemente se limitó a producir un acto espectacular, sin preocuparse por tu suerte.
—¿Llamas inmortalidad a tu escarmiento? —rió Lázaro—. Un minuto de mi nueva vida vale por toda la eternidad, ¿comprendes? En cambio, tu penoso reptar por la superficie polvorienta del mundo, aunque dure siglos, no vale nada y a nadie interesa.
—Será cómo se mire —dijo Ahasverus sacando una sica y hundiéndola en el pecho del resucitado—. Por lo pronto, mi castigo no puede ser aumentado. —Vio caer el cuerpo, limpió la sangre en su túnica y siguió reflexionando—. Y que conste que sólo he cometido este acto absurdo para probar mi teoría, no porque me  mueva el menor odio hacia ti o porque haya buscado alguna forma de perverso placer.


Acerca del autor:

No hay comentarios.: