jueves, 7 de marzo de 2013

Cielo blanco - Maggie Tobar

                               
Lo tenía todo, todo lo que siempre deseó y más de lo que soñó. ¿Cómo lo obtuvo? Quizá solo por gracia divina, ¿se lo merecía? De ninguna manera.
Estaba caminando, trabajando, cenando, haciendo el amor, y en lo único que podía pensar era en ese tema, ese tema, ese tiempo, ese momento, ese olor, ese sabor.
Y cuando avanzaba por la vida, cuando caminaba con rumbo y sin rumbo, con un alma culposa, torturada por su doctrina, siempre anhelaba encontrarse con aquello que sabía con certeza que le daría al mismo tiempo una descarga de placer y dolor tremendo.
Sabía toda la teoría de memoria, sabía todas las consecuencias, sabía todos los efectos que producía este estado de sombría tristeza. Casualmente ya había compartido con alguien más el pensamiento que hay un tipo de tristeza que da placer, que uno anhela tenerla cerca, aun en esos momentos de la vida en los que el sol no podría brillar más fuerte, en los que el viento parece estar a favor, aun en esos momentos, se necesita de esa tristeza, que es como un ancla que nos recuerda que todavía nos hace falta algo y que es probable que nunca lo tengamos o peor aún, nunca más lo volveremos a tener.
No sé que duele más, el no haber conocido el placer o el haberlo tenido y que se fugara entre mis manos como agua, no me quedo más que el recuerdo del momento, y aun ese recuerdo tengo que guardarlo recelosamente pues cuando se asoma en mi mente mi rostro es inmediatamente transfigurado por la tristeza placentera y cualquiera puede adivinar que en ese momento estoy totalmente alejada de la realidad, sumida en ese recuerdo, atada a ese recuerdo, que me quema y me consume.


Acerca de la autora:  Maggie Tobar

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