viernes, 1 de marzo de 2013

Mar de embrujos - Paula Duncan


Un mar verde embrujado de extraños personajes, palpables pero no visibles, los circundaba; la pareja absorta en ellos mismos no tenía en cuenta el universo fantástico que iba creciendo a su alrededor; habían llegado a la isla en un pequeño bote de remos que a ellos viajando en la nube de su amor, les había parecido algo así como un viaje en crucero.
El mar había planchado su verde manto para dejarlos llegar, una vez desembarcado en la playa su interior comenzó a inquietarse. Fue cayendo la tarde; el sol se convirtió en un balón rojo que despedía fuego antes de desaparecer en el horizonte un tanto inhóspito del interior de la isla.
Casi ni notaron que estaba oscureciendo tan embelesados estaban el uno en el otro que podría decirse eran solo uno; no veían no escuchaban solo sus corazones palpitaban desbocados, mientras su piel se encendía cual hoguera mágica de pasión, y dieron rienda suelta a sus instintos mas primitivos, de tanto amor sus cuerpos perdieron límites reconocibles, no se podía decir donde terminaba uno y comenzaba el otro, era un solo continente de orillas mezcladas; no les preocupaba que alguien los estuviera mirando, sabían que la isla estaba desierta y que los pocos que se aventuraban a recorrerla de día regresaban temprano, atemorizados por las historias fantásticas que se contaban de las noches en la isla.
De pronto escucharon un sonido sublime era azul cristal y miel en sus oídos y quedaron fascinados; nunca en su vida de simples mortales habían escuchado semejante dulzura, y se sintieron transportados al séptimo cielo ahí donde todo es posible.
Fueron siguiendo el sonido que los hechizaba cual flauta mágica, y luego de caminar entre arbustos de espinosas ramas sin importarles los arañazos llegaron tomados de las manos a una especie de anfiteatro semicircular donde varios fuegos ardían de la nada, y extraños personajes vagaban circulando aquí y allá
El extraño y dulce canto se escuchaba mas fuerte en el centro del lugar y mas tenue en los bordes, pero siempre estaba presente; recorriendo la escena se dieron cuenta que parecía preparada para una gran celebración.
Al poco rato descubrieron que todo estaba preparado para ellos ; en un momento la música se hizo mas tenue y entraron los faunos, los dos mas importantes los guiaron hacia un sitio esculpido en la roca tapizado de almohadones, grandes y pequeños realizados en la mas ricas sedas bordadas y de colorido espectacular, una vez instalados, procedieron a ofrecerles deliciosos manjares y exquisitos elixires servidos en copas tan frágiles que parecían transparente de tan delicado que era el material con que estaban hechas, por supuesto los faunos probaban cada cosa antes que les fuera servida.
En un momento y casi al terminar la comida hicieron su entrada bella ninfas vestidas con gotas de agua trayendo bandejas de frutas exóticas, y danzando una música por demás hechicera; sus cuerpos eran belleza pura entre el reflejo de las llamas.
Tan extasiados estaban que no se dieron cuenta en que momento quedaron solos, dos faunos demasiado embriagados custodiaban el lugar, todo se fue apagando despacio ; la música los fuegos pero sin desaparecer totalmente, sintieron frio y se abrazaron una increíble sensación de final se apodero de ellos y se amaron con toda la fuerza de su alma con el corazón desbocado y entregándose en ese acto final hasta el ultimo centímetro de piel y así los encontró el alba, abrazados, sin vida en medio de ese anfiteatro mágico, que de día era solo desierto y muerte.
Mientras desayunaban caricias y besos rememorando la noche anterior; ella grito espantada al ver la primera plana de periódico que había quedado abandonado en un rincón de la mesa; “una pareja de jóvenes fue hallada muerta en un risco de la isla embrujada” como la llamaban los lugareños; el terror no fue la noticia en si, sino la foto que la ilustraba ¡¡eran ellos!! Se miraron y comenzaron a llorar.


Acerca de la autora:   Paula Duncan

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