domingo, 3 de marzo de 2013

Razón del vuelo - Salvador Pliego


No hay tal cielo —dijo el ave—. Mira, los que fincan su razón de vuelo en la altura, tarde o temprano se les ennegrece el espacio y terminan como flechas precipitándose hacia abajo. Entonces, yo creo el cielo y lo confecciono a la medida de mi gusto. Después lo guardo en mis ojos para darle precisión cuando requiero. Cuando hay que adornarlo, pinto una nube, un color rojizo o una estrella arriba para aluzarlo… A veces una luna.
-¡Pero el cielo azul ya existe!
-¡Pero no mi cielo! Yo coloco las puestas de sol y las prendo cuando vuelo. Y subo y bajo la altura según lo exigen los movimientos del planeo.
Es muy sencillo de entender. Te explico: las alas abren los caminos del deseo, y aunque alguien carezca de ellas, es la voluntad de movimiento lo que al cuerpo le da vida. Y el corazón nunca va a un lugar equivocado; simplemente, embellece su destino y tiene la visión de dominar las grandes rutas que empiezan en los ojos y terminan en la recompensa de lograr un objetivo. La belleza, entonces, está en uno y el espacio es tan sólo un motivo de disfrute.
Por eso, esa ave regulaba el cielo con sus alas.

Acerca del autor:  Salvador Pliego

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