domingo, 3 de marzo de 2013

Un amor de pareja para volver a fundar el mundo - Francisco Garzón Céspedes


Cuando mis padres llevaban décadas, las circunstancias obligaron a mi madre a residir en la capital, mientras mi padre quedaba en la provincia. Me hallaba yo a la espera de un juicio relacionado con la casa donde vivía, que no debía permanecer solitaria.
Mis padres, sin verse, mientras más tiempo, más desesperados.
Pasados seis meses, mi padre decidió dejar por unos días sus responsabilidades y viajar. Como no tenía la certeza de conseguir pasaje, no avisó. Estuvo tres días en la estación, y fue un viaje de muchas horas, extenso y agotador, lleno de incomodidades que se sumaron a las setentaidós horas para lograr pasaje. Cuando mi padre arribó a la capital, todavía tardó dos horas en llegar hasta donde mi madre y yo.
De madrugada, cuando por fin mi padre, con más de cincuenta años, se detuvo delante del muro que rodeaba la casa, no tocó la campana, sino que saltó y ya en el jardín, aunque se hallaba extenuado, con hambre y sed, tampoco tocó. Se sentó a aguardar.
Horas después, cuando mi madre abrió, lo encontró en un banco, acurrucado, porque hacía frío. Mi padre la miró y al abrazarla le dijo: “No toqué por no asustarte.”

De los libros de las gaviotas 17: 50 formas literarias
Sobre el autor: Fracisco Garzón Céspedes

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