sábado, 11 de enero de 2014

Inútil pitonisa - Lucila Adela Guzmán



La premonición se le presentaba demasiado tarde, a diez minutos de que acontecieran los hechos. Fueron tantas las muertes anunciadas, tantas las catástrofes enfocadas por sus ojos abiertos hacia adentro, que un día pensó en arrancárselos. Casandra, devorada por la antelación, era embestida cada vez por la urgencia de avisar a los otros. Pero sus presentimientos la alienaban y no lograba evitar que el grito la poseyera entera, y si bien, éste, salía desde su propia garganta, sonaba como un aullido que no le pertenecía. Con el tiempo, no pudo más que reconocerse como inútil pitonisa. Sus visiones, siempre tardías, desahuciaban cualquier intento de prevención. Es por ello que ante lo inevitable, desesperaba, y a lo único a que atinaba era a gritar de espanto. Por lo menos así lo hacía hasta que lo visto sucedía dándole secretamente la razón. Razón, que los ciegos vecinos de Casandra, insistían en declarar como perdida. Una noche en que los planetas y los astrólogos se contradecían sobrevino el ineluctable desenlace. A diez minutos del Apocalipsis, la loca, que así era como la llamaban, se quedó afónica. A tres minutos del fin, ella había terminado de atentar contra sus pupilas. Ciega, callada y a la espera, se quedó en silencio, deseando que esta vez, tuviesen razón los otros. Su última visión, aquella que no pudo ser descargada en el grito, llegó para suceder con exactitud. Y la adivina, agradecida por estallar junto al universo, sonrió maravillada por el fin de todos los tiempos y sus desajustes. Al fin ya no tendría más que visiones de color negro nada, visión de lo más inútil para ser anunciada por cualquier pitonisa.


Acerca de la autora:  Lucila Adela Guzmán

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